Entre Risas y Bechamel

Doña Croqueta

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Para tod@s aquell@s que en cuanto ven en el tiempo que marcan 30° en julio ya se creen que está llegando el apocalipsis, ahí van unas palabrejas de cómo eran nuestros veranos en los 80-90 :cool:

Después de comer, normalmente un solo plato con un pegote de arroz, una molla de pollo y una tajá de sandía (que antes no había Mercadonas con tarrinas de helados) te tenías que tirar al suelo con una sábana vieja llena de pelotillas que te daba tu madre y un ventilador que te diera en la geta que hacía el mismo ruído (o más) que el Apolo XIII despegando.

Por las noches, cuando el sueño te vencía y te habías pegao 3 horas jugando a los cromos o a la goma, te lavabas los pinrreles, más negros que un tizón por andar descalzo/a to el día, y te acostabas con un colchón de esponja en el balcón o el comedor con la puerta abierta de par en par al lao de unas salamanquesas que parecían cocodrilos del Nilo y mosquitos que eran tan grandes que, si te cogían entre 4, te sacaban a la puerta de la calle en volandas.

Ahora en una horita te colocas en la playa pero antes, si querías darte un baño, te montabas con toa la familia, (la sombrilla travesá, las patas parriba porque en los pies iban 3 neveras y la bolsa de las toallas...) en el "2 caballos" con los asientos de escai que te quemabas el culo na más sentarte y ya no te podías cantear más. Pa bajarte del coche, te tenías que separar el pellejo de los muslos con una espátula.

Los valientes se escapaban al río o a la acequia con una cámara de una rueda de tractor (no había colchonetas de unicornios, te lo juro). Luego te ibas corriendo a comprar un frigopié o un flas que te dejaba la boca lo mismo que el Jocker.

¿Y ahora venís con olas de calor y con estrés térmico? El estrés era el que te entraba cuando veías venir volando la zapatilla en pleno agosto y tu medio en pelotas.
 
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TossaDeMar

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En pleno verano todos los "singles" buscan rollo... aquí podéis conoceros! con sus pros y contras... poner lo que queréis tener y lo que buscas.. en fin... valga me dios!
 

Doña Croqueta

Miembro del equipo
Un Cociente se enamoró de una Incógnita.

El Cociente era producto de una familia de importantísimos polinomios. Ella, una simple incógnita de mezquina ecuación lineal.

¡Oh! ¡Qué tremenda desigualdad! Pero como todos saben, el amor no tiene límites y va del cero al infinito.

Enamorado y embelesado, el Cociente le había contemplado desde el vértice hasta la base; desde su perspectiva, admiró todos los ángulos: agudos y obtusos, pero el recto lo vislumbró.

Ella contorneaba su linda figura; una figura impar y absoluta, de mirada romboidal, boca trapezoidal y senos esféricos en un cuerpo cilíndrico de líneas sinusoidales, que guardaban celosamente lo mas preciado de ella . . . su circulito.

- "¿Quién eres?", preguntó el Cociente con una mirada radical.

- "Soy la raíz cuadrada de la suma de los cuadrados de los catetos, pero puedes llamarme Hipotenusa", contestó ella con expresión algebraica de quien ama integralmente.

Él fue construyendo una vida paralela a la de ella, hasta que el infinito provocó su encuentro.

Y se amaron hasta el cuadrado de la velocidad de la luz, dejando al sabor del momento y de la pasión, rectas y curvas en los jardines de la cuarta dimensión.

Él, la amaba con frenesí y anhelaba que este sentimiento no tuviera diferencial, que fuese recíproco y verdadero.

Se adoraban con las mismas razones y proporciones en un intervalo abierto de la vida.

Luego de tres cuadrantes, resolvieron casarse. Trazaron planes para el futuro y todos le desearon felicidad integral. Los padrinos fueron el Vector y la Bisectriz.

Todo marchaba sobre ejes. El amor crecía en progresión geométrica.

Cuando ella estaba en sus coordenadas positivas, fue objeto de dos operaciones, concibiendo así un par de derivadas:

Al varón, en homenaje al padrino lo bautizaron con el nombre de Vector y a la niña Abscisa por hermosa y concéntrica.

Todo era felicidad en ese mundo de conjuntos y relaciones, hasta que el tiempo convirtió a la relación en una monótona constante.

La necesidad de una variable en la relación fué evidente y fué ahí donde apareció el Máximo Común Divisor, un frecuentador de círculos viciosos.

Lo mínimo que el Máximo ofreció fue de una magnitud absoluta, con tintes relativos. Ella se sintió impropia, pero acabó entregándose al Máximo.

Al saber de esta regla de tres, el Cociente la llamó fracción ordinaria.

Sintiéndose un denominador común, resolvió aplicar la solución trivial:

El resultado final de esta relación fue un punto de discontinuidad entre Cociente y la ingrata Incognita.
 
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